Para extrañar, debo pararme en un tiempo y en una identidad, debo congelarme como si fuera siempre la misma, eterna, conocida, medida, quieta,..., siempre la misma. Debo separarme de mi. Congelada en esa aparente identidad reflejada en un nombre, al "mirar hacia atrás" extrañando, re-viviendo lo vivido a través de una memoria; sintiéndola, temblándola, llorándola, sonriéndola, o lo que sea, es como apagar la luz del presente, de lo que sea que esté sucediendo ahora mismo, para luego, al salir del re-cuerdo sin soltarlo, sentir que falta o sobra lo que alguna vez fue o no fue, modificando la visión de lo que simplemente es. Esa es la descripción del quiebre personal inhibidor del amor que habita donde no hay quiebres.
Suena como a trabalenguas, lo sé.

¿Has pensado sobre el tiempo?
No a lo físico, no a explicar la ecuación o la medida.
Me refiero respecto a su vivencia.
El tiempo, ¿qué canta tu interior cuando se menciona al tiempo? Se ha vuelto común hablar de presencia en el presente, del poder del ahora, que el pasado pasó y que el futuro no ha llegado. Esas frases abundan en internet como lo hace el pan caliente en la mañana de los desayunos colombianos.
¿Qué significa eso? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué lo dicen?
Bah, ¡es obvio! El pasado pasó y el futuro jamás llega.
¿Lo es?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de esto? ¿Entendemos sus implicaciones?
¿Será que nos hemos permitido observar que nuestra identidad se ha basado en memorias, es decir, en pedazos de tiempo congelado que se manifiesta como información? No puedo negarlo, he visto que hemos intentado congelarnos, no envejecer, permanecer a como de lugar.
Es decir, ¡nos hemos quedado atrapad@s en el tiempo!
¿Suena a locura?
Bare with me. Déjame lo pongo en otras palabras.
Te estoy contando sobre lo quebrad@s que estamos. Nos hemos partido en mil pedazos, tantos, que a veces es imposible contarlos. Sígueme por un segundo, con atención y crítica observante, luego puedes construir tus propios pensamientos y hasta compartirlos. La intención de este chispazo del Laboratorio de Observación es solo una, observar y atrevernos a pensar. Estás en el presente, es el único lugar en el que puedes estar, ¿cierto? Pero, durante gran parte de ese presente, estás ausente, navegando memorias pasadas o que proyectan futuros. Es tan mágico como quien cae bajo un mandato hipnótico, y tan rutinario que a veces ni nos damos cuenta. ¡Es muy curioso! Mientras lo que es ocurre, a su vez es obviado, evitado, escapado, sobreimpuesto por un mundo imaginario, completamente ilusorio.
Exploremos. Lo demuestra el apego que se manifiesta a través del estancamiento en el pasado o en la proyección al futuro; allá, en ese mundo imaginario, ilusoriamente sucede todo, lo que deseamos y lo que nos aterroriza, lo vivido y lo soñado. El apego me sabe a estancamiento, a traba, a limitante, a inseguridad, a control, a miedo.
Observemos, ¿cómo se manifiesta la evasión, en este caso en la forma del re-cuerdo nostálgico? Es como si pusiéramos pausa al momento presente, simbólicamente cerramos los ojos sin cerrarlos, e instantáneamente entramos por la puerta de la memoria, se abre el mundo de nunca jamás, y dependiendo de la mente, un universo alterno se construye en instantes. ¿Has visto a Walter Mitty?

Cuando ese mundo se disuelve, parpadeamos, y como resultado sentimos, "ojalá tuviera, ojalá fuera, ojalá estuviera, debería, podría, sería mejor, qué miedo si,...". Ese aparente regreso al presente fue a medias, pues ese presente ha quedado sujeto a lo evocado en el mundo imaginario, mundo que muchas veces se convierte en las gafas con las que vemos lo que es. Si "regresáramos al presente" completamente, el silencio de la magnificencia de la vida sería todo.
¿Te has dado cuenta? También podemos observar que para recordar movid@s por el añoro de otro momento, debes ser tangible, estátic@, sin movimiento, sin cambio. Siempre l@ mism@, completamente conocid@. Debe haber un@ recordador@ fija. Como una fotografía, -memoria-, quieta, sin cambio, tal vez solo le cae polvo o pierde color, pero se mantiene igual, no envejece; está suspendida en el tiempo, como si se quedara fuera del tiempo, pero en realidad está atrapada en el tiempo vivido.
Me he encontrado que el apego sucede debido al miedo del ahora, de la incertidumbre que eso significa, de su fresca impermanencia, de su intangibilidad; de la no necesidad de un alguien que lo viva y de la imposibilidad de pegarnos a él. Entonces, huímos, nos identificamos, nos pegamos de ilusiones, de memorias. Evadimos, rechazamos lo que es, nos rechazamos. Empezamos a congelarnos y así, a quebrarnos en miles de piezas iniciando un conflicto en nosotr@s mism@s, pues cuando hay tantas partes separadas que componen un mismo, es imposible que esa unidad fragmentada, viva en paz. Paz significa, sin quiebres, sin contradicciones, pues cada uno de los pedazos quebrados sufre por el otro, están en diferentes tiempos, se anhelan los unos a los otros, se critican, se contradicen, se rechazan, uno quiere olvidarse del otro, y de forma silenciosa, viven una guerra insoportable, sufrida, muy dolorosa. ¿Te imaginas una reunión entre todos los pedazos quebrados que habitan en tu interior?
Este es un tipo de vida basado en el miedo. Miedo a la realidad, a la impermanencia, a la muerte. Miedo a lo que es. Cuando vivimos de esta manera, es imposible no sufrir.
En cambio, suponte no querer atrapar al tiempo -atraparte a ti mism@-, bailar al ritmo del tiempo -naturaleza-, libre, sin congelar ni coleccionar momentos, sin agarrarte de ellos -evitando dejar un pedazo de ti mism@ allí-. Si vamos fresc@s, soltando los pegados al comprender su ilusoriedad, presentes, destrancados, des-estancados, la vida es un eterno devenir, siempre.
Momento a momento. Allí es sin muerte. No acaba. Es eterno. Sin tiempo, como el tiempo.
Porque el tiempo es sin tiempo, es eterno. ¿te imaginas que el tiempo tuviera tiempo? No se pega, no se para, no se congela. Está en amor.
Presente.
Libre.
Sin raíz más que en sí mismo.
Danzante.
Sin centro. Sin pedazos, sin tiempos, es total, es completo. Sin un centro que lo quiebre todo y por ende juegue a recordarse mientras sonámbulo va por el presente. Sin un centro que extrañe. Sin un centro que planee actividades.
No es quieto, mucho menos inerte. No tiene nada que ver con estancamiento. Tampoco con la concentración, está abierto atentamente sucediendo. Observante, es la observación.
Vulnerable.
Abierto, en rendición total. Sin tiempo.
¿Qué opinas del tiempo?

Me encanta compartirte chispazos del Laboratorio de Observación, el tiempo siempre ha sido un enigma que permite observación. En este caso, me impulsó a compartirlo una lectura de un relato de Ted Chiang "Stories of your life" en la que se basa la película The Arrival. ¡Súper recomendado para atrevernos a pensar!
Gracias siempre.
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