top of page
  • Instagram

En la desnudez, me siento en casa.

Writer: Andrea Motta, la voz de Amargi.Andrea Motta, la voz de Amargi.

La observación es aterradora, es altamente destructiva.


Cargaba un ropaje de varias capas, pesado, como el que usan quienes van a atravesar el desierto, una capa encima de la otra. Telas pesadas y de colores de tierra; un ropaje muy bien tejido.

Mientras caminaba, sin darme cuenta, el ropaje me iba pesando cada vez más, pero no importaba. La verdad, ni me daba cuenta. Era como si el ropaje se hubiera convertido en mí; lo cuidaba, lo limpiaba, lo mantenía radiante y cubriendo todo mi cuerpo. Bueno, ese ropaje era como si fuera mi cuerpo.

Estaba completamente perdida allí.

Aunque mientras estaba perdida entre las ropas, no lo sabía.

Pues el ropaje me cubría, me protegía, era mi hogar, lo era todo.

Era mi identidad.


¿Cómo podía estar perdida?


Pero vino una tormenta eléctrica sin aviso meteorológico y me lo contó todo. Como si no hubiera tiempo, el cielo instantáneamente se tapó de nubes y el concierto eléctrico inició.

Los rayos empezaron a caer y mientras era el tiempo del no tiempo, las vestiduras cayeron por el impacto de la tormenta eléctrica, era como si en un segundo imposible, se hubieran quemado completamente.


Imagina, has creído que eras el vestido, y el vestido empieza a caer rasgado al suelo. No había cómo arreglarlo, no había qué recoger, pues en el suelo no habían ni pedazos. Habían caído cenizas y a éstas rápidamente se las había llevado el viento.


Sí, mis vestiduras eran todas mis verdades, eran las gafas que se habían creído ojos que "veían" la realidad ocurrente.

Me había quedado desnuda. En ese momento no era desnudez.


Mientras escribo me doy cuenta que es muy diferente quedar desnuda a la desnudez misma.


Haber quedado desnuda fue muy incómodo, doloroso y aterrador al mismo tiempo. En ese sentirme desnuda tuve que ver y encontrarme con todas las razones y sin razones de por qué tenía que tener aquél vestido.

Lo central era una poderosa vulnerabilidad que por su intensidad malentendida y desvinculada, dio nacimiento al miedo. Una vulnerabilidad inocente, tan linda, que se confundía con fragilidad delicada.

Tan temblorosa como la ternura de la infancia que hace brotar los ojos hacia el entorno, hacia el mundo, hacia la gente, pretendiendo conocerlo todo para ganar seguridad y en su momento, controlarlo.


El temblor temido que genera el no saber, un temblor fértil que nos han enseñado que es negativo, porque a quien no sabe le llamamos ignorante, nadie, pobrecill@, si es que no caemos en llamarle brut@.


En ese sentirme desnuda, vulnerable, viví la urgencia de salir corriendo a buscar nuevas vestiduras, pero al encontrarme en el desierto, era imposible encontrarlas a menos que las vestiduras fueran solo soplidos de arena que no se pegan ni cubren, que no se cristalizan y que con el menor impulso caen a donde pertenecen.

Esas arenas no me eran suficientes, también se sentían incómodas, picaban, además no funcionaban, pues la vulnerabilidad continuaba allí afuera.

Es decir, me correspondía quedarme desnuda en el desierto.


Las dunas de arena son belleza pura, silenciosas, vitales. Livianas como un solo grano de arena, tan fuertes como un banco de arena. Tan fijas y fuertes mientras el viento no corre, pero a su vez tan flexibles e impermanentes que a la menor alteración climática, crecen, disminuyen o desaparecen. El sonido es hipnótico, de tal intensidad que no proveen más que una sola cosa, el reflejo de mi existencia.


Allí, desnuda, no podía suceder nada más, solo la observación.

Debajo de esas vestiduras había una sensación aparente de seguridad, la soledad inherente a la individualidad estaba cubierta por conocimiento, y como esa seguridad aparente que brinda el saber ahora había desaparecido, me quedaba la soledad, -no por aislamiento-, la soledad existencial, esa de la que vivimos corriendo desesperadamente para no verla ni sentirla.


Sentada, en el desierto, solo sonaba el movimiento del viento sobre la arena.


¿Extrañaba los ropajes?


Ya no sabía.

Esas verdades me mantuvieron lejos de mí. Si es que eso fuere posible, no sabría cómo más describirlo. Es paradójico, pues la mayoría de conocimientos que había acumulado eran filosóficos, psicológicos y de la espiritualidad, los que se suponen que solo buscan una cosa, el conocimiento de sí mism@. Pero no funcionaba así, al contrario, repetía una cantidad de ideaciones sobre lo que yo era, sobre lo que debería ser, sobre los estados alcanzables, sobre la enfermedad, sobre la salud, sobre lo que decían otras personas -la mayoría ya muertas-, sobre la mente, sobre el mundo, sobre la realidad y sobre la ilusión. Todo ese conocimiento parecía o indicaría auto conocimiento, o al menos un acercamiento a lo que se es en cada instante. Pero no era así.


Era todo lo contrario.


Así me imaginara que lo hacía a través de las diferentes técnicas meditativas orientales u occidentes, no lo hacía. Estaba yendo por un camino señalado, establecido y buscando lo que otr@s decían que se encontraba.


No tenía ni idea de "mí". No había mirado.

Imaginaba, pensaba de "mí". Actuaba solo desde el "mí", pero ni idea qué era ese "mí". Muchas teorías y explicaciones sobre ese "mí" y lo que debía ser, pero en realidad, no me había sentado a observar ese "mí".

En el desierto, no había cómo no observar. Por que es cierto, observar en un principio es muy maluco. Pero como no había nada más que ver, solo podía ver-me.


¡Qué universo el que me encontré!

Arrasador.


Todas las compulsiones posibles estaban allí. Los impulsos titilantes por huir de la realidad se hicieron claros. El deseo hirviente por salirme de lo que es y encontrar algo mejor, estaba allí, como si esperara por ser observado.


Impulsos que en un pasado los ropajes decían "son ilusorios, sin importancia, comunes a la humanidad, naturales", por ende no había por qué prestarles mucha atención, esto ya estaba explicado por especialistas human@s, eran situaciones simplemente normales, esperadas, conocidas, entendidas, razonadas, explicadas, comunes,..." que no perdiera mi tiempo allí, que si quería hacer algo con eso, era mejor ignorarlo, o restringirlo, o simplemente controlarlo. Esto me cargaba de ambición y entonces mi atención iba impulsada hacia obtener algo mejor, me fijaba en los mundos ideales, la expansión de consciencia, la liberación, dios, es decir, todo lo que fuera más allá de "mí" -ese bendito mí- e implicara un estado diferente -ojalá contrario- a la normalidad de la sociedad humana.

¡Cuánta confusión!


Quería tapar la realidad con un dedo.

Estaba escondida en un sistema de creencias en el que lo real era el noúmeno, y la vida cotidiana, el sentir, el impulso, el deseo, eran solo espontáneos fenómenos sin mayor importancia, muchas veces situaciones que hasta son debidas restringir o controlar, hasta sanar, pero nada más. ¿Para qué perder el tiempo entendiéndolas? ¡Había que superarlas!

Ahora siento que estaba dormida bajo la anestesia de verdades que solo generaba una cosa, la alegría de la ausencia de la realidad.


Ahora escribo realidad y siento la sonrisa de poderla escribir, cuando estaba pesando esos ropajes, debajo de la palabra realidad o real se construían tejidos y tejidos que tan solo explicar esa palabra era sentarnos tal vez una tarde entera a conversar.

Sí, es que la palabra real se tornó en algo complejo, siempre decía algo así como "Lo Real (real con mayúscula por favor) es Brahman, lo demás es ilusorio, -aunque luego decía que-, el mundo es Brahman". Lo real o la realidad (cualidad de lo real) se tornó en algo místico, misterioso, sagrado. "Todo lo cambiante e impermanente no es real, pues lo real es eterno", y así hay un millar de frases que si me pongo a buscar en la profundidad de mis memorias, allá empiezan a saltar como quien está llamando a lista en el colegio. Lo más curioso es que ahora recuerdo esas frases y les veo otras dimensiones, dimensiones que mientras cargaba esos ropajes, no las podía ver; lo visto eran las gafas (esos ropajes) viendo-se, confirmando-se en todo momento. Eso sí, por más que ahora entienda diferentes esas frases, me siguen pareciendo innecesarias, persuasivas y de una complejidad que abren mundos y mundos ideales que cada vez nos sacan más de una realidad que pide a gritos ser observada.


De esas frases bellas y de esos complejos hilares de pensamiento se constituían los ropajes que llevaba. Y tengo que decirlo, me niego a cargar trapos pesados, tradicionales y uniformes.


En estos momentos la palabra realidad no me genera incomodidad, es simple y sencillamente aquello que está sucediendo ahora mismo, nada más. Sin Brahman o con Brahman, realmente me da lo mismo. Es muy simple.


En esa realidad puedo observar las compulsiones constantes en las que danza mi existencia, le llamo compulsiones porque lo son; una urgencia por actuar constantemente reaccionando a sensaciones y deseos de forma automática basada en los condicionamientos adquiridos desde el día 0 de vida. Verlo es impresionante, quedarme observándolo, un reto.

Podría decir que casi todo el desenvolvimiento de mi vida humana es una constante compulsión. La compulsión me ha llevado como el perro que va jalado por la traílla de su amo. En el momento en que la compulsión jala y es actuada, acaba la observación, acaba la libertad, acaba la presencia. La compulsión es inmediata, a veces se alcanza a ver en el pensamiento reactivo que le da voz a la compulsión, a veces no, a veces es silente, ni habla. Es una fuerza indescriptible, es el poder de la hipnosis condicionante, generada por el miedo y que lleva a través del sendero de compulsiones e impulsos ambiciosos, celosos, envidiosos, dependientes, casi que sin corazón; constituyendo así una vida automática y reactiva. Una vida que nada tendría que ver con la palabra libertad.


Claro, ¿cómo iba a querer ver todo eso? ¡Si es lo que siempre había temido!

Si es lo que tanto había criticado en l@s otr@s.

"Además la espiritualidad son cosas bonitas, positivas, optimistas". ¿O será que eso es lo que vende?


Por eso mismo hay que decirlo, la observación es aterradora.

Ella desviste cualquier compulsión de la máscara que se forja al pretender cumplir con el deber ser refinad@ y altamente evolucionad@ sobre el simplemente ser, real, sintiente, human@. La observación acaba con el conflicto entre el ideal y lo real, entre el deber ser y lo que es; si lo intentas, la observación te desviste.


El mundo ideal y fantástico a donde me escapaba de la realidad cruda de la vida humana actual, se desbarató. Es que no me quedaba de otra más que observar.


¿Y luego qué?


Aterrorizarme al observar, muchas veces intentar correr de allí. Pero de nuevo, en el desierto, y desnuda, no era opción.


El temor tuvo que empezar a desaparecer dando permiso para que la observación se fuera asentando con raíces. Observar sin reacción apareció como una consecuencia del coraje de querer ver-me.


Así, se van revelando tantos condicionamientos basados en el miedo -sin miedo no hay condicionamientos, hay frescura actual-, capas y capas de memorias actuantes. En la exploración observante, cuando se hace cómoda en medio de la incomodidad, se ve que yo no estaba desnuda, es que había llegado la desnudez. Que ese "yo estoy desnuda" es una memoria más, completamente automática, hablando, buscando un vestido. La voz del miedo.

Observar no es una técnica, o un camino, o la verdad, o la mentira. Es solo observación.


¿Qué más puede decirse?


La verdad es que no extraño el ropaje. Ahora siento que era tan pesado que no sé cómo lo cargaba.

Eso tenía que ser muy doloroso, pero cómo darme cuenta, si estaba dormida debajo de ese ropaje, escondida. Así como quien tiene miedo y prefiere refugiarse en una cueva y tal vez ver hacia afuera por un hoyito en donde alcance a entrar la luz.


En la desnudez, me siento en casa. Tan ligera.

Recuerdo haber anhelado volver a casa, era lo único que resonaba bajo esos ropajes.

Estando "en casa" -bajo tanto ropaje-, me sentía huérfana y confundida. Pero en silencio, ni siquiera yo quería darme cuenta de eso.


Ahora, "sin casa", en la desnudez, me siento en casa. Sin explicaciones, solo observante.

Sin razones, sin justificaciones.

En el continuo descubrir de la vida, ella es inmensa.

Observando las infinitas compulsiones que caracterizan la humanidad y que muchas veces me mantienen atrapada en las condiciones que he adquirido desde el momento de nacer.

La observación se hace posible cuando está el disgusto que permite el cuestionamiento. Cuando estamos cómod@s, protegid@, en aparente seguridad, no hay preguntas, allí nos dormimos. Cuando surge esa sensación de incomodidad en el pecho, hay un llama que cuidar, de allí nacen las preguntas, -preguntas que no buscan el auto-engrandecimiento si no la observación-, allí, en ese cuestionamiento no reactivo, hay una inmensa transformación esperando por ocurrir.


No significa que el disgusto tiene que ser una forma de vida, pero sí es el impulso para abrir la puerta a la observación. De lo contrario, ¿para qué observar? Si todo funciona y está perfecto, no es fácil abrir los ojos. Si en la sociedad que vivimos, no hay sensación de incomodidad, deberíamos pellizcarnos, pues el dolor, el sufrimiento y la enfermedad son abundantes, observemos, ¿qué sucede que la sociedad en la vivo está en tal estado?

No es ir a la guerra a acabar con lo que hay, ¿esto qué diferencia tendría respecto al mundo que conocemos? Es observar, diluir el conflicto que hay en mí comprendiéndolo y dejándolo consumirse mientras se da la observación.


Ya no sé si fue la observación la que trajo la desnudez o si la desnudez trajo la observación. Lo que sí sé es que ya no me quedan los ropajes, he intentado volver a ponérmelos, pero no me quedan. No es rentable quedarme en desnudez, eso dice la sociedad. Ya lo iremos viendo. También dicen que es muy peligroso, ¿será eso cierto? Tal vez, pues en un mundo donde hemos aprendido qué decir y qué pensar, observar y cuestionar es un problema. Lo iremos viendo.

Si me conociste como profesora de filosofía o de yoga y ya no me encuentras en esa labor, es porque esos papeles quedaron en las cenizas cuando empezó la tormenta.


Gracias por venir a mi Laboratorio de Observación.

Andrea.


コメント


Únete a la comunidad AMARGI

© by Amargi.  Contact us andrea@amargi.co

bottom of page