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El pensamiento: la trampa del autoconocimiento.

Writer: Andrea Motta, la voz de Amargi.Andrea Motta, la voz de Amargi.

Updated: Jan 19, 2024

Lo de la “autoobservación” sí que es un enredo. Es como un laberinto en el que sin darnos cuenta nos ahogamos y, mientras nos ahogamos, sentimos que estamos afuera y completamente libres. Es la trampa perfecta del sagaz pensamiento.


En la calle dicen que tengo que ser mi mejor versión. Que si me “observo” y me “observo” podré irme puliendo todo el tiempo.


¿Habrá un final para la superación personal y el eterno mejoramiento individual?


Entonces mido cada cosa que hago y cada cosa que dejo de hacer. Después de reaccionar, me doy cuenta de lo que he hecho y califico si me ha ido bien o mal. También califico a mi entorno y a las personas con las que me relaciono. Me felicito y me siento contenta o, por el contrario, me siento como lo peor y me doy palo como lo hacen un padre agresivo con su “hijo malcriado”.

Así, el auto análisis se ha convertido en una forma de vida. Una un tanto obsesiva, y que entre más pasa el tiempo, más aumenta. Parece que nos ahogamos en un círculo vicioso.


En algún momento pensé que lo hacía solo yo, pero con ver todo lo que sale en redes sociales y los anuncios de los miles psicólogas, psiquiatras y coach espirituales, vi que estaba equivocada. De alguna manera u otra estamos casi todxs en la lucha de ser mejores.


La obsesión con el mejoramiento personal es inmensa, hasta le han llamado búsqueda de la iluminación, el perfeccionamiento humano. Sin darnos cuenta estamos viviendo dormidxs dentro de un ensopado inmenso y ciertamente muy entretenido: el pensamiento. 


la dictadura del pensamiento

 ¿Qué es eso? ¿Cómo funciona el pensamiento?


Más allá de su biología, que es bastante maravillosa y a la que aún le falta mucho por ser descubierta, quiero hablar sobre su movilidad. A la final a eso es lo que tenemos alcance mientras estamos vivxs.

 

El pensamiento es como un casete

El pensamiento es como un casete en replay: rueda y rueda.

Repite y repite, a veces usando las mismas palabras -miles de dichos- y a veces usando palabras nuevas pero que intentan decir lo mismo. Es como una conversadora que difícilmente se detiene y que está casi siempre hablando de lo mismo, de mí. Su tono cambia respecto al tipo de emoción que esté sucediendo en ese momento, algunas veces respondiendo a un estímulo real o a veces a uno recordado.


Se dedica a medir una y otra vez. Mide todo lo que toca, es decir, lo que recibe a través de los sentidos. Compara lo que recibe con lo que conoce, con un patrón de medida adquirido en el pasado y, respecto a eso, bota una calificación, un juicio.

Dependiendo del juicio, brota una reacción. Y así, es un proceso continuo.

La reacción perpetúa lo que ya se conoce, confirma el paradigma o sistema filosófico que considera verdadero y así, lo sostiene.


Este proceso que llamamos pensamiento mantiene vivo el pasado en el presente, generando un choque invisible pero muy violento y que como consecuencia genera una forma de vida cíclica. Por algo se dice que la historia de la humanidad es cíclica y repetitiva.


¡Nos ha conducido el pensamiento!


Cuando algo no le encaja al pensamiento y al sistema de verdades que éste ha forjado -condicionamiento- o cuando algo no puede ser respondido basado en sus preceptos, simplemente es rechazado o se califica como algo no permitido, prohibido, equivocado, imposible o hasta maligno.


Bien decía Einstein algo así como que un problema no puede ser resuelto con el mismo paradigma que lo propone.


Y así, ese casete eterno rueda y rueda, y sigue rodando.


Ahora mismo, mientras lees, es posible que esté rodando: interpretando y opinando, así como recordando cualquier pendiente. Esto sucede de forma automática, no importa si queremos que así sea o no sea.


De esta manera, casi que, sin darnos cuenta, el pensamiento se convierte en el conductor dictatorial de nuestra vida. De la vida humana. Esa voz que cotillea está enviando ordenes e impulsos eléctricos. Es un pequeño Hitler interior.


Quienes se han dado cuenta, a través de diferentes filosofías han propuesto regular el pensamiento a través de prácticas de control, restricción, opresión, supresión, premio-castigo, moralidad, o libertinaje. Suponiendo que, si modificamos el pensamiento a través del mismo pensamiento, encontraremos una vida tranquila, pacífica y cargada de amor.


La pregunta es, ¿puede ser que un pensamiento sea capaz de realmente cambiar y modificar el mismo pensamiento? ¿Es esto funcional?

 

qué es el pensamiento

El pensamiento no puede modificarse a sí mismo, eso sería más del mismo bucle eterno en rueda perpetua. Bueno, valga la aclaración, es por mi parte que observo que no funciona.


¿Tú qué ves?


Siento que eso es bajarle la candela a una dinamita que en cualquier momento va a explotar. También siento que es una forma hipócrita de vivir; restringe lo que se ha dicho que somos y no podemos ser y nos lleva a fingir lo que deberíamos ser.


Es como si abriéramos un hueco en la tierra y le metiéramos toda la basura. Luego la tapamos, hacemos de cuenta que nada ha pasado y que además, nada raro está pasando. Con el tiempo la basura enterrada se convierte en fuente de tóxico y anuncia la que podría ser una catástrofe ambiental.

 

¿Qué es el pensamiento?


Desde la perspectiva del Laboratorio de Observación, el pensamiento es entonces ese récord de memorias almacenadas en nuestro sistema nervioso que se repite funcionalmente en tiempo real. Es como si este proceso fuera el software de una máquina que ya quedó programada para hacer lo que le corresponde. El récord de memorias -que se ha grabado en el pasado bajo ciertas circunstancias-, conduce las acciones que mantienen el pasado vivo en el presente. Este proceso demarcará toda la vida de tal “máquina”.


En este sentido, en el mundo del pensamiento jamás hay realmente un aprendizaje si no una constante dinámica fantasma que es realmente la vivencia de un estancamiento que aparenta movimiento. Justo como el hámster corriendo en la rueda.


En la vida cotidiana tal mecanismo nos funciona y es absolutamente necesario para temas prácticos y técnicos, para movernos y para recorrer los pasos que nos corresponden. Significa necesidad y capacidad de supervivencia. Pero cuando este movimiento migra a lo psicológico y a lo cognitivo, -ni se diga a lo espiritual-, se torna en la perpetuación del sufrimiento. Esto es lo que nos concierne en esta publicación.


el laberinto del pensamiento

Si nos quedamos observando, el pensamiento es una red de información pasada y codificada que funciona acorde a unos patrones marcados por la misma información codificada. Perfecto para temas prácticos, pero ¿para lo psicológico e interior?


Es la cárcel perfecta.


Esta red de información es cíclica y como con el hámster en su rueda, la dictadura del pensamiento tiene un centro de funcionamiento.

Este centro es otro pensamiento, digamos que un pensamiento especial; está encargado de organizar, administrar y revisar el flujo de pensamientos. Tiene una imagen auto asignada gracias a todo el flujo de pensamiento, es como un contador analítico que se la pasa digiriendo pensamientos todo el tiempo.


el centro del pensamiento

Imagínate un alguien -en mi caso le pongo color masculino-, que está sentado con una máquina de escribir transcribiendo una cantidad de documentos que tiene apilados a sus lados. Hojas de información entran a la máquina y otras salen. Ruedan y vuelan a su alrededor muchos documentos. Es un contador analítico que nunca para. Es como un auditor, va grabando algunas cosas que le sirven o le interesan, y parece que tiene los ojos en todos lados. Una de sus cualidades más llamativas es que se la pasa estresado por encontrar su seguridad y bienestar.


Ese “pensamiento especial” es un pensamiento que aparentemente "está vivo" porque los otros pensamientos lo alimentan. Él también les da movilidad a los otros pensamientos, los administra. Es un círculo vicioso imparable.

La imagen (memoria) que se autoasigna se engorda y se adelgaza a través del tiempo. Sufre y disfruta, tiene emociones y es la manifestación de todos los pensamientos que permanece analizando.

 

el pensamiento y el ego

A este centro lo llamamos yo, el individuo. Es la auto referenciación que usamos para comunicarnos y para referirnos a nosotrxs mismxs. Lo que sucede es que dicha e importante auto referenciación, a veces es mucho más que eso. A veces -por no decir casi siempre- se torna en nuestra identidad perpetua: este es el inicio de la dictadura del pensamiento.


A este centro es al que le decimos que debe amarse a sí mismo y que debe ser mejor. Y por eso muchas veces le decimos que debe contar los pensamientos “buenos” y quedarse con ellos, para luego contar los pensamientos “malos”, desecharlos y jamás dejarlos volver a entrar. Aprendemos a decir que esos pensamientos “malos” no valen la pena, los bloqueamos o los llevamos a terapia, y permitimos que los “buenos” se mantengan allí.


¿Esto tiene sentido?


Hoy en día diríamos que sí, el de mejorar ese centro, pues ese es el lugar que hemos pensado que somos. Pero ¿realmente funciona?


Cuando este centro es revelado, todo el mecanismo del pensamiento es revelado. Y el escenario de bucles cerrados que nos consumen, es clarificado.


¿Entonces tengo que enseñarle a este contador analítico que se arregle y sea mejor?


Bueno, cuando funciona de esa manera, es como si el contador analítico, que es muy sagaz y preciso, sacara con uno de sus brazos un espejo y empezara a sacarse los pelos de la nariz y estrujarse los granitos que no dejan que se vea siempre hermoso. Es decir, debe aumentar su trabajo de contador analítico. Lo más cómico, si pudiera llamarse así, es que en nombre del autoconocimiento esto se ha multiplicado tornándonos mucho más obsesivxs y ansiosxs en nuestra vida psicológica y espiritual.

¿Es esto autoconocimiento?


¿O es autoconocimiento conocer el funcionamiento de este mecanismo que posiblemente nos confunde?


la observación del pensamiento


Quiero decir aquí que el Laboratorio de Observación ha venido mostrando que, sin darnos cuenta, nos hemos perdido en el mundo del pensamiento. A través de su movimiento hemos creado ese centro de comando, y ese nos hemos creído ser. Desde allí, desde ese centro, hemos buscado y promovido formas de salvarnos de él. ¿Podría ese centro ponerle una solución a lo que lo constituye a él mismo? Parece que en esta borrachera de pensamiento hemos olvidado que esta dictadura del pensar es la que nos ha llevado por caminos tan dolorosos.


Pero es que el pensamiento no es todo.


La pregunta a la que quiero llegar es, ¿El pensamiento lo es todo?

—No. O por lo menos eso es lo que me ha sucedido encontrar.


Aquí es donde quiero traer la bomba nuclear. Y lo que es la intención del Laboratorio de Observación.

—¿Hay un más allá del pensamiento? —Sí. —¿Qué es? No sé decirlo.

Aún no he aprendido a ponerle un nombre. Algunas personas le han puesto el nombre de divinidad o inteligencia. Por ahora yo prefiero no ponerle un nombre. Es que el pensamiento tiene un hábito, escucha o lee las palabras, y se queda con lo que las palabras significan y ya, es decir, con lo que el diccionario dice. Como un lector digital, el pensamiento no se toma la molestia de realmente escuchar y mucho menos de comprender lo que la palabra intenta comunicar. Lo que significa que en la actualidad no termina pasando nada más que el orgullo de saber más palabras y tal vez más conceptos. Las palabras parecen entonces rebuznos de un burro viejo, por eso por ahora prefiero no asignarle nombres a este “más allá”.


Lo que sí es cierto es que, comprendiendo el pensamiento, podemos explorar la pregunta: ¿Hay algo más allá del pensamiento o que no sea precursor de nuestras acciones?


Quiero decir que sí, que sí hay un más allá del pensamiento. Ese más allá es revelado al comprender el pensamiento. Es decir, a través del arte de la observación. Pues si quiero saber qué hay más allá de un límite, tengo que conocer el límite.


Retomando la palabra observación, es necesario recordar que observar es ver sin el pensamiento.


Tal vez después de todo lo que hemos trasegado respecto al pensamiento, ahora suena diferente la palabra Observar.


—Observar es ver sin el pensamiento —Sin el pensamiento …sí. Pero ¿cómo? ¿Es este el más allá? —Verás, si decimos cómo, ya no sería observar.

Ver el pensamiento para comprender su funcionamiento, es observar. Y al observar este mecanismo, se observa todo. Nada queda por fuera, no hay una concentración de atención en algún punto en particular. Es un estado de completa apertura que genera comprensión.


Es una acción que no la ejerce ni la motiva el pensamiento, pero cuando hay que describir sucesos o expresar posibles conclusiones, el pensamiento entra en función. Y funciona maravillosamente, no de forma dictatorial.


Al observar el pensamiento, es decir, al observar completamente el suceder de la vida, la descentralización toma lugar y queda la observación. Abierta, vulnerable, desinteresada y libre.


Si te has dado cuenta, la mayoría de las veces que decimos, ¡mira esto!, no sucede. Sucede que levantamos los ojos, pero es el pensamiento el que observa. Es decir, no vemos, solo pensamos que vemos.


La observación no pide ninguna interpretación, solo atención precisa que observa, que está allí, presente. La observación es percepción directa de la realidad. Tanto así que, en esa observación, la brecha entre quien observa y lo observado, no está. Pues si no hay pensamiento interpretando, no hay brecha creando dos actores contrarios. Entonces ya no hay división, entonces sucede la observación.


pensamiento no es percepción directa

¿Y eso qué?


Es la posibilidad de un nuevo mundo. Una revolución. La revolución del amor. Una revolución que pone al pensamiento en su puesto funcional y correspondiente -muy necesario-, y que no es él el que conduce el mundo y perpetúa la violencia.

Cuando ocurre la observación, el centro activo del pensamiento es revelado, y como toda ilusión (la identificación con el pasado), se desvanece. Procurando así que la dictadura del pensamiento se desvanezca y que el pensamiento tome el lugar que le corresponde.


El pensamiento no lo es todo, es un proceso biológico necesario para la supervivencia y manutención de la especie, pero no lo es todo. No tiene por qué conducir nuestra vida. Eso es exactamente lo que hemos hecho en todo sentido, y hemos construido un mundo cargado de violencia y gran dolor.


¿Es posible vivir en observación?

Sí.

¿Es necesario?


Digo que si nos preocupa el mundo en el que estamos viviendo y no comprendemos por qué hemos llegado a donde hemos llegado y, si además de eso, queremos salir de este círculo vicioso de dolor. Entonces sí es necesario.


¿Hay una técnica?


No, o sí. No sé si se llame técnica. El Laboratorio propone simplemente prestar atención, observar. No sé si hay un cómo hacerlo. Eso sí, no hay pasos para lograrlo o algo así. Tampoco es un proceso de fases. Tampoco se cultiva. Tampoco se planea. Tampoco logra nada más que la misma observación y todo lo que esto implica. Tampoco es para convertirte en súper héroe o algo así.


Es muy sencillo. Solo pregunta, ¿qué es observar? Y ya. Nada más. La ventana está abierta para ver si ese es tu deseo.


¿Puede hacerse mal?

No hay un patrón para decir si lo estamos haciendo mal o no. Es un constante descubrimiento. Es una exploración libre y no reactiva.


¿A quién le pregunto?

Observar. Eso es todo.


Y si hay que preguntar, que sea preguntar para descubrir constantemente. No para obtener respuestas que acallen las preguntas. Por eso el corazón del Laboratorio de Observación es el Cuestionamiento No Reactivo. Estas son preguntas que abren el corazón, permiten observar y no generan cadenas infinitas de pensamientos que se contradicen. Estas son preguntas que son resueltas en la acción que implica vivir, en el silencio de la observación. La pregunta son los sentidos completamente abiertos que están dispuestos a observar.

salir de la matrix del pensamiento

Bienvenidx al mundo de la observación, donde un nuevo mundo puede nacer.


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