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Pas, pas pas, ¡En nombre de la paz!

Writer: Andrea Motta, la voz de Amargi.Andrea Motta, la voz de Amargi.

Hay quienes dicen que la paz es no matar. Que entre menos criminalidad y conflicto en el noticiero, entonces "nos acercamos a la paz". Que entre menos inequidad y mayor justicia, "la paz está cerca". Que se puede firmar un "acuerdo de paz".


Hay quienes dicen "déjeme en paz", diciendo que simplemente le dejen quiet@, haciendo lo que la persona quiere hacer. Tal vez hasta dejándole sol@, sin molestias algunas.


¿Qué es la paz? ¿Tiene en realidad algo que ver con lo que he mencionado?


Nací en Colombia, un país que me dijeron que estaba en guerra desde su nacimiento, y que, en los últimos aprox. 60 años sostiene una guerra interna, sangrienta, injusta y que ha cargado de sufrimiento a tod@s quienes hemos vivido en el territorio. En la capital, bajo cierto contexto social, era difícil verlo, en mi círculo cercano, "no había guerra por ningún lado"; hoy en día miro al recuerdo y digo, ¡claro que sí había guerra!, estaba en todos lados, solo que no había fusiles.


¿Qué es la guerra? ¿Es contraria a la paz? ¿Tiene la paz un opuesto?


¿Es la violencia lo puesto a la paz?


Si hablamos de dos opuestos, uno tiene que tener algo del otro, pues los opuestos son como si fueran dos puntas de la misma cuerda. Son medidos por la misma medida. Siendo así, la paz no estaría opuesta a la Guerra. Siendo así, la paz no tiene opuesto.


Cuando estaba en mi adolescencia, vivía en una ciudad al sur del país, muy cerca de lo que era llamado la "zona roja", lo que durante una fracción de tiempo, por negociaciones e "intentos de paz", en algún momento también se llamó la "zona de despeje".


¿La paz puede negociarse? ¿La paz puede lucharse?

¿La paz puede enseñarse? ¿La paz puede aprenderse?


Cuando vivía en esa zona del país, presencié luchas entre la guerrilla y el ejército nacional, a esa edad simplemente parecía un particular espectáculo -aterrador- de pólvora que, como resultado, dejaba sangre y muert@s; también presencié estallidos de bombas y atentados guerrilleros. Finalmente, como resultado de tanta inseguridad, mi familia migró a los Estados Unidos, situación a la que me uní hace un par de años. Ahora me limito a ver las noticias respecto a las guerras que ya no parecen tocarme. ¿Será que emigrar de la zona de guerra hace que encontremos la paz?


Podría decirse que desde muy joven conocí la guerra de la que hablaba todo el mundo. Entonces, cuando estaba estudiando en la universidad, me concentré en temas de derechos humanos y resolución de conflictos; soñaba con una Colombia en paz, detestaba a quienes creía que eran responsables de la violencia y me inmiscuía en debates sobre quién tiene la culpa de la guerra, y asimismo, quién tiene la solución. Vivía entre amores y odios, en búsqueda de la paz. Vivía entre culpables y víctimas, un mundo que sabía amargo, muy amargo.


Trabajé desde esa posición varios años, no fui capaz de continuar en ese campo, era muy doloroso y yo simplemente no pude continuar. Mi "búsqueda por la paz" se fue aplacando y hasta hace poco recuperé mi relación con lo que representa esa palabra; en estos momentos esas tres letras significan para mí un universo de difícil descripción al que hoy intento compartir contigo que tienes el tiempo y la disposición de leerme.


Ayer leí una columna de un periódico colombiano que habla algo sobre la paz y me sorprendió que en mi lectura no encontré nada que tuviera que ver con la paz, así en el texto la palabra se usara de forma central y repetitiva.

El texto me dejó preguntándome, ¿será que para dar una cátedra de paz y para hablar de paz tendríamos que estudiar alguna espiritualidad que incluya autocuestionamiento?



En Colombia ahora hay estudios de paz, yo alcancé a hacer algunos, pero creo que estaba estudiando de todo, menos paz.


¿Qué es la paz?

¿Tiene algo que ver paz con amor? Y si es así, ¿puede ser la paz algo que se obtenga, que se aprenda?


Con el paso del tiempo he visto que la sociedad dice que la paz ha de lograrse a través del común acuerdo, de la uniformidad, del seguimiento de patrones de lo verdadero y lo correcto, de la obediencia a una ley ante la cual cualquier acto de rebeldía o contrariedad, es una amenaza, un problema, hasta terrorismo.

¿Es posible que la paz sea obtenida a través de los mandatos dominantes de la autoridad y el seguimiento exquisito de la ley?


¿Es posible obtener la paz "a la brava"?

¿No son éstas las raíces de la violencia?


Es como si paz significara mantener "algo" igual, quieto, preservado. Como si la paz tuviera algo que ver con la permanencia y la obediencia. Con la uniformidad, con la regla y no con la espontaneidad fresca y actual.


Creo que en algún momento soñamos con la paz imaginando un gobierno que es bueno con el pueblo y que el pueblo está bien con el gobierno, y así, con florecitas y venados danzantes, todos felices, en paz. Basad@s en esto, soñamos que así sean todas nuestras relaciones y que todo sea justo como deseamos que sea, y por favor, -muy importante-, que así permanezca. De esta manera podemos descansar en paz, ¡uf!, así esto suene a despedida de muerte.


¿Será que eso es la paz?


Claro, no sobra decir que un gobierno bueno para el pueblo, en esos términos, sería un gobierno que proveyera a tod@s sus ciudadan@s equitativamente con sus respectivos bienes y servicios, y entonces el pueblo se comportará bien, estará feliz y así nadie se saldrá de la norma. ¡Ja! Me parece que estuviera describiendo alguna película de Disney cuando la buena reina llega al trono, ¿será esta la imagen que tenemos de paz? ¿Será que es por esta imagen que estamos luchando?


¡Qué curioso es usar la palabra lucha cuando hablamos de paz!



¿Será que sí estamos hablando de paz?


Tal vez hemos confundido la palabra paz con un tipo de seguridad y hemos pensado que si nos adherimos a ciertas verdades, y tod@s las obedecemos junt@s, sin disonancia, estamos asegurad@s. Así hemos creado familias, grupos, pueblos,..., naciones. Y asimismo luchamos entre nosotr@s por esa llamada paz, a ver quién impone su propia paz, la paz verdadera. Esta paz también suena a aislamiento, ¿no te parece? Es como que si yo te dijera, déjame ser como quiero, déjame en paz, no interpongas. Déjame sola, jamás perturbada. O acompáñame pero no me interrumpas de ninguna manera.


Y, si giramos hacia adentro, hacia nuestro interior, ¿si vivimos en paz? ¿No existe aquí, en mi, ninguna contrariedad? ¿No hay lucha de poderes en mi interior?


Si me aíslo y me quedo "viviendo en paz", la paz de la cueva oscura al norte del Tíbet, ¿estoy en paz?

Pareciera ser que nuestra racionalidad conoce la paz, pues ella siempre está persiguiendo más y mejor, ella siempre está comparando, midiendo, acumulando, ganando, está siempre a la expectativa, siempre vigilante, se defiende, lucha por tener la verdad, por ganar el debate, por implementar su conocimiento, porque tod@s le entiendan. Ella, la dictadora racionalidad, es la que se ha dedicado a buscar la paz, ella quiere hacerlo de la mejor manera, sacando normales, analizando los escenarios,..., haciéndolo solo como ella lo sabe hacer. La pregunta es, ¿será posible que la racionalidad encuentre la paz? ¿Será que la racionalidad si conoce la paz y por ende puede buscarla? Si la conoce, ¿por qué no la tiene?


¿No será que la racionalidad está proponiendo a la paz como lo "más y mejor"? ¿Será que la racionalidad propone a la paz como la salida y un estado de no sufrimiento? La racionalidad se imagina que hasta saliendo de lo mundano, reduciendo la vida a la supervivencia en una cueva oscura por años, puede encontrar la paz.


¿De dónde proviene la ausencia de la paz? ¿Por qué?


No, ya no siento que sea de los gobernantes, de la corrupción de otr@, de mis abuel@s, de la economía, de la falta de moral, de las venganzas post asesinatos, de la historia, de la... Siento que viene del corazón de la humanidad, es decir, de tu corazón, de mi corazón. Un corazón que ha estado cargado de conflicto, un corazón que le han dicho que sentir lo que siente no está bien, que debe reprimirlo, un corazón que le han dicho que tiene que ajustarse a las filas de la normalidad, un corazón que le han dicho que antes de sentir y estar atent@, ha de dedicarse a la producción obediente, un corazón que le han dicho que debe morirse, y él, por su naturaleza, lucha por mantenerse vivo.

Un corazón en dolor -vivencia de conflicto-, que no se permite la paz, su estado natural, solo genera más de lo mismo. ¿Qué tipo de sociedad esperamos si en nuestro interior yace la semilla del conflicto?



Una ciudad puede estar amurallada, en su interior contar con pocas muertes violentas, y sin estar en guerra con otra ciudad; diríamos como académicos que aparentemente es una ciudad muy pacífica. Pero, en ese aparente silencio pacífico, sus habitantes están luchando entre ell@s por el puesto del más y mejor, luchan entre buen@s y mal@s y quienes gobiernan luchan por ver una uniformidad imposible. Se nota una silenciosa fragmentación que solo es visible si se atraviesan las murallas. Si a eso llamamos paz, estamos condenad@s a la eterna violencia; justo como sucede en nuestro interior y muchas veces no se nota mucho en el exterior.


Siento que la razón no puede encontrar la paz. Siento que la paz no puede encontrarse a través del análisis. Siento que mientras sigamos comparando, juzgando, pesando, no hay manera. Siento que diferentes filosofías, religiones, organizaciones, ideologías, nos han dicho qué es la paz y cómo obtenerla, y aún así lo que vemos es la constante lucha entre grupos e individuos por lograr una paz verdadera.


La paz habita en el corazón y es imposible su imposición. La paz yace en el corazón de la humanidad, pero solo florece en ese corazón que ha encarado el conflicto contradictorio que vive entre el deber y el ser, entre el saber y el ser. La paz es el final de la fragmentación, del disfraz, de la máscara del maestr@, de la máscara de hij@, de cualquier máscara que sobrepasa la humanidad. La paz es ese estado creativo, fluido, en donde cualquier autoridad interior se ha disuelto en el amar-ser.

La paz es el estado que permite y es pleno autoconocimiento. La paz es absolutamente destructiva, así como lo es cualquier cuestionamiento no reactivo que invoca la inteligencia humana. Destruye una forma de vida competitiva, ambiciosa y violenta.

La paz es la esencia de la belleza. La paz se nota no en el no asesinar, tampoco en la obediencia ni en la represión; se nota en la espontaneidad natural. La paz no es la proyección de la permanencia de un deseo. La paz, antes que todo y finalmente, no es definible. Es materia del corazón. Por eso no es algo que se encuentre, se desbloquee o se realice, ella adviene en la observación del vivir, ella adviene cuando quien observa es pura observación. Solo comprendida desde y por el corazón. En amor, es la paz.


Desde ahí, ya no caben esas discusiones sobre cómo conseguir la paz, políticas de paz, cátedras de paz, mesas de negociación, etc..., pues es el brotar de un nuevo mundo. Desde dentro. Solo cuesta la observación. Puedes empezar por conocer el laboratorio de observación. ¿Te suena?

Es una revolución, es la única revolución. Es no reactiva. Es la revolución que brota desde dentro y tiene base en el autoconocimiento. ¡Gracias por leerme!



 
 
 

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