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Libertad. Remoción de verdades arraigadas.

Writer: Andrea Motta, la voz de Amargi.Andrea Motta, la voz de Amargi.

Updated: May 20, 2023

Todo empieza a tener sentido cuando le damos un sentido. ¿Cómo le he dado sentido a lo que tiene sentido para mi? Y, ¿por qué no se lo he dado a lo que no tiene sentido para mi? ¿Realmente he sido yo quien ha parido el sentido de lo que digo que tiene sentido?



No sé por qué no me lo había preguntado. Jamás me pregunté, mucho menos imaginé, que yo, tenía el poder de darle sentido a lo que quisiera. A mi vida, a los sucesos, a lo que fuere. Sin saberlo, juraba que eso no era posible, es más, ni siquiera pensaba que no era posible, simplemente no lo concebía en absoluto. Pues la familia, el colegio, los amigos,... la sociedad, era la que tenía el poder de otorgar sentido a las cosas. Y así era para mi.

¿Te suena familiar?

Lee esto, y por más que yo sintiera que acorde a mi verdad alguna cosa en particular no tenía sentido, -que eran muchísimas-, simplemente me sonreía y ellas pasaban derecho. Como en la serie West World, algo así como, "eso no significa nada para mi", obviando lo que hoy me parece imposible de obviar. Y seguía como si nada. Adormecida, sintiéndome completamente despierta.


Es que tiempo atrás sentía que lo había comprendido todo, que ya entendía muchas cosas y que por eso, sencillamente había empezado a construir mi mundo, dándole sentido y orden a lo que no entendía de lo que he llamado mi vida. "Esto se puede, esto no se puede, esto es así, esto no es así", con una obediencia incuestionable y completamente estructurada. Sin darme cuenta, la magia de la sorpresa se había perdido, todo tenía una razón y dependiendo de lo que sucediera, sabía si era para mi disfrute o para mi sufrimiento y ya estaba lista.

Cuando tenía 24 años me re-encontré con quien quiso mostrarme quién era yo, cómo vivir, y qué significaba todo lo que me sucedía y que yo, -quien lo experimentaba-, no comprendía en absoluto.


Y... ¡Me lo creí!


Se tornó en mi verdad impajaritable.


No me excuso, tampoco me arrepiento, pues lo que en ese entonces me sucedía, que hoy me sigue sucediendo, era/es un misterio para quienes la sociedad ha marcado como profesores, médicos, psicólogos y la ciencia. Entonces, como último recurso, me creí un cuento que me echaron sobre mí misma y mi vida, y así construí un castillo fuerte.

Hasta que 10 años después, pasando por un sinnúmero de situaciones que a mis ojos solo reafirmaban la verdad que me había creído, la vida me dijo,

¿estás segura de eso que piensas que vives?


¡uff!


Sí, porque hay un quiebre entre lo que pensamos que vivimos y lo que simplemente vivimos. En esa grieta, -a veces pequeña, a veces grande, a veces extinguida- habitan nuestros temores más profundos y sufrimientos más sentidos.


Esa pregunta hizo que en ese momento todo empezara a caer como un castillo de naipes, castillo que yo creía de cemento y ladrillo. En ese momento vi que jamás había cuestionado lo que yo pensaba de yo(mí), lo que llamaba "evidente" sobre mi, es decir, lo que había definido aquí sobre mi misma. Es más, ante eso que yo pensaba de yo, hasta lo más burdo y sencillo, estaba completamente cegado para mí, no lo había visto jamás.

Y lo que fue más sorprendente para mi, es que eso que yo pensaba de yo, ¡me lo habían dicho!

Entonces, ¿qué pensaba yo realmente de yo?, ¿cuánto me conocía desde lo humano hasta lo divino?, ¿qué decía yo sobre mi? Solo encontré palabras prestadas y explicaciones ajenas, pues de mi, en realidad no sabía nada, diciendo que lo sabía todo.


¡Pues claro! Por que eso que soy, lo que sea que sea, en la sutileza más sutil, o en la materialidad más burda, solo es el sentimiento de serlo, la experiencia. Lejos está del saber, o eso siento ahora.


Y me vi, bueno, ví al personaje que encarno en este juego de vida que llamo Lila, un Juego de deseo por auto descubrimiento. Me vi detrás de los barrotes de una cárcel que yo misma había construido para mi con la ayuda de cuentos ajenos que yo me había creído ciegamente.

¿Por qué lo hice?

Bueno, si realmente lo hubiera hecho -a voluntad-, me hubiera dado cuenta. Pero no, fue bajo el poder hipnótico del miedo. Por temor, por supuesto, pero eso será materia de otra publicación.


Los barrotes de esa cárcel se revelaron ante mi, es decir, se revelaron verdades engranadas en lo más profundo de mi interior.

Y ahora, ¿qué hago con esto?

¿Cómo vivir?

¿Cómo actuar?

Entonces, ¿qué sentido tiene todo esto ahora que me ha sido revelado el sentido del sentido?


Lo acepto, el simple hecho de recibir lo que ha sido para mi una revelación, me regaló una ligereza y una sonrisa que jamás imaginé, justo como cuando ha nacido un bebé, la belleza inesperada es total.

Pero,

¿y ahora? ¿Qué iba a hacer?


Todo cambió de color, se tornó gris, pues el paisaje está esperando que lo coloree con los colores de mi sentir, del sentido que solo yo puedo darle.

¿Quién más?


Si hablo de la vida que vivo, del juego que me juego. ¿Quién podría decirme de mí más que yo misma?


La era de la obediencia a un maestro, a un gurú, a una autoridad externa, a alguien que dice saber de mi y cómo debo vivir mi vida, ha terminado. Bienvenidos los espejos y los dedos en el camino que me señalan por dónde voy caminando, pero la obediencia ciega y que no cuestiona, ya quedó en el pasado, en la "tradición", donde solo danzan memorias agolpadas que no permiten un libre movimiento.


¿Qué hay de la obediencia? A mi me suena a consecuencia del temor y del desconocimiento. A mi me suena a búsqueda externa que ha de ser orientada hacia el interior.

A mi me suena a que ya hemos madurado de tal manera que podemos dirigirnos hacia el discernimiento y allí encontrar la capacidad de decisión.


Empieza entonces un proceso de exploración y además de eso, el enfrentamiento constante con esos barrotes que por tanto tiempo me han acompañado. No es por arte de magia que ellos se revelan y entonces se van, o no es mi caso. Los vi y perdieron mucha fuerza, pero ellos vuelven y brotan, y a veces vuelven y me encierran, modulan mis comportamientos, mi pensamiento, mi palabra...


Es decir, empieza un proceso de liberación. Porque libres somos y jamás la hemos perdida a Ella, a la madre Libertad. Pero también somos tan lógic@s que le tememos a Ella y, por eso, nos hemos construido nuestras propias cárceles.


Y una cosa, ¡qué aterrador que es la Libertad!


¿Te imaginas vivir de una manera en la que tienes el poder y la magia de decidir? Es decir, que los condicionamientos no dicten tu escogencia, que tus actos no sean más que el flujo del momento presente, en precisión total. Suena aterrador, pero en realidad no lo es. Es simplemente vivir de forma responsable. Hay quienes le llaman a esto vivir consciente, solo que a mi me cala más la palabra responsabilidad, ella se aleja de la culpa y del miedo, está enraizada en la libertad. Lo que pasa es que también es un territorio inexplorado para casi que todos los seres humanos.


Se ha desbarato mi mundo, me han sido reveladas las verdades que más había abrazado, ¡como si fueran mi salvación! Las abrazaba en el silencio, en la seguridad de creer y sentir que estaba en lo correcto y que así me mantenía a mí misma, sana; como si fuera chiste, hasta les podría contar de la enfermedad trascendente en la que me encontraba nadando, es de no creer.




Ahora viene el desarraigo de verdades gritando Amargi, gritando Libertad.


¿De dónde provienen mis actos y por qué?

¿Que motiva mis palabras? ¿Cuáles de esos pensamientos son realmente pensados por el agente de pensamiento? ¿Lo he decidido? ¿Quién? ¿A qué he llamado yo?


¿Será que he vivido en un mundo ideal, cargado de conceptos y verdades aprendidas (como si la verdad pudiese ser aprendida) y he dejado la vida a un lado? ¿Será que por andar pensando y pensando me he fragmentado y he caminado por mundos cargados de nubes de colores ideados, corruptores de una realidad? ¿Será que por estar de obediente, es decir, viviendo a la sombra del miedo, buscando aprobación de alguien y encajar, he dejado de vivir, viviendo?


Quiero narrarte historias que gritan por ser auto escuchados, gracias por leerme. Aquí inicia un viaje que no pienso emprender, un viaje que solo siento que está arrancando.


Andrea, la voz de Amargi.

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